MISIÓN...

"A los profesores y a las profesoras hay que formarlas para que, además de ser buenos enseñantes, sean también buenos tutores. La función tutorial se tiene que integrar en el rol docente, en la práctica educativa, en los procesos de enseñanza-aprendizaje. La tutoría implica una relación personal y bidireccional basada en el respeto, en el diálogo reflexivo, en el compromiso crítico para la definición de proyectos y la construcción de posibilidades y expectativas con sentido"

¿POR QUÉ ESTE BLOG?

En este blog se encontrarán ideas, experiencias, reflexiones, noticias... relacionados con l a enseñanza universitaria en general y, de man...

lunes, 25 de mayo de 2020

COLABORACIÓN: LAS COMPETENCIAS EMOCIONALES: FACTOR PROTECTOR ANTE LOS CAMBIOS EN LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA (Núria Pérez Escoda, UB)


Nuria es una persona a la que aprecio mucho y con la que he compartido muchos momentos en el trabajo que venimos haciendo en la Red Interuniversitaria de Profesorado de Orientación (RIPO). Es profesora titular en la Universidad de Barcelona y su especialidad es el campo de la Educación Emocional y el desarrollo de competencias emocionales, donde se ha convertido en un importante referente. La situación que vivimos actualmente en la enseñanza universitaria pone en primer plano la importancia de saber manejar situaciones complejas. Por este motivo le he pedido a Nuria que nos aporte algunas de sus ideas, para afrontar los cambios que se vienen sucediendo en este tiempo y poder mejorar nuestra salud emocional.

En una de las anteriores entradas al blog se señalaba el agotamiento académico y emocional como efecto colateral de la pandemia. Efectivamente, el cambio brusco a la no presencialidad en la recta final del curso ha requerido una rápida adaptación (tanto del estudiantado como del profesorado) con una alta exigencia emocional. En esta situación, la capacidad de comprender y gestionar lo que nos ocurre, emerge como un factor protector que permite paliar males mayores. Darse cuenta de que cada uno puede mejorar su vivencia de forma voluntaria es una gran ayuda. No cambiará las circunstancias, pero si la forma en que las viva y consecuentemente las decisiones que pueda tomar a partir de ello. Es recomendable tomarse un tiempo para reflexionar y explorar que emociones nos embargan: miedo, rabia, tristeza, angustia, impotencia, ansiedad, etc. Es comprensible que cada uno sienta emociones diferentes ante la misma situación. Lo importante es acoger lo que se siente como algo natural y humano, es la propia reacción emocional. Comprenderla permite su gestión. Para ello, la conducta que se derive de lo que se siente no puede ser improvisada, irreflexiva o irracional o muy probablemente se complicará la situación. Preguntarse ¿cómo me quiero sentir? puede ser una buena estrategia para orientar las acciones futuras. Seguidamente se puede pensar en aquello que puedo hacer para sentirme como deseo. Dicho así parece fácil, pero en lo cotidiano hace falta mucha constancia y voluntad, es necesario perseverar en el logro de los objetivos, a pesar de las dificultades, y ser capaces de diferir recompensas inmediatas en favor de otras más a largo plazo. Se trata de cambiar la perspectiva de la situación desde una óptica negativa y victimista a otra positiva y de progreso, se trata de darse la oportunidad de descubrir las propias fortalezas, de cuidarse y cuidar a los demás, de adoptar una actitud positiva ante la vida; de proporcionarse objetivos esperanzadores, de valorar y tomar nota de los gestos de solidaridad, generosidad y gratitud que han emergido en nuestra sociedad ante la pandemia. En los momentos de agotamiento y pedida de confianza conviene ser activos y compensarse emocionalmente, darse permiso para tener momentos para disfrutar y sentirse bien como, por ejemplo: practicar la relajación, visualizaciones positivas, el ejercicio físico, ejercitar el pensamiento positivo, escuchar música, etc. Nuestra adaptación al cambio ha sido dura y repentina, pero el ser humano tiene recursos más que suficientes para salir adelante fortalecido con nuevos aprendizajes. Todos estamos aprendiendo mucho en esta situación.

Núria Pérez Escoda, Departamento de Métodos de Investigación
 y Diagnóstico en Educación, Universidad de Barcelona.

domingo, 24 de mayo de 2020

¿AFECTARÁ LA PANDEMIA AL ABANDONO EDUCATIVO?


En un Informe de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), se señala que el impacto por el cierre de los centros escolares en España podría ser de hasta el 3% de la desviación estándar. Esto puede suponer que cada estudiante puede llegar a perder hasta un 11% de lo que se aprende normalmente en un curso, debido al cierre de los centros y la supresión de la enseñanza presencial. Los autores del informe concluyen que habría que priorizar los contenidos para reducir la incidencia en la calidad de la formación y en el aprendizaje que logre el alumnado. Respecto al impacto que puede tener en el retraso y abandono, señala uno de los autores que los datos indican que el cierre de los colegios puede afectar especialmente a los que tienen mayores dificultades y van más rezagados. Esta realidad se agrava por el efecto de otros factores paralelos como el mismo estrés de los padres, las dificultades para acceder a internet, la situación económica, etc. Se proponen medidas para hacer frente a esta situación, como ampliar los programas de Orientación, Refuerzo y Apoyo al alumnado, para atender sobre todo a los estudiantes mayores necesitados y una atención más personalizada de los estudiantes en función de sus necesidades.

miércoles, 20 de mayo de 2020

EFECTOS COLATERALES DE LA PANDEMIA: EL AGOTAMIENTO ACADÉMICO DEL ALUMNADO


El cambio brusco que se ha tenido que dar en la enseñanza universitaria para protegernos de los efectos del COVID19, pasando a una modalidad de enseñanza totalmente virtual, está generando problemas considerables en el alumnado (también en el profesorado). Problemas que están asociados a estados de ansiedad, estrés, insomnio, etc. como consecuencia de la preocupación, incertidumbre y tensión que está provocando esta situación y el hecho de tener que hacer frente a nuevos procedimientos, nuevos requerimientos, nuevas metodologías, nuevas cargas de trabajo, etc. Todo esto se ha visto agravado por la exigencia de tener que hacer frente a esta nueva realidad desde la soledad y el aislamiento, sin el apoyo y el respaldo que aportan el clima del aula, el refuerzo de compañeros y tutores, etc. que si tenían durante la presencialidad. El efecto se está dejando sentir en los estudiantes que ya tenían dificultades con sus estudios, pero también en los alumnos y alumnas brillantes, que como consecuencia de todo esto y otro tipo de problemas vinculados a la brecha digital o a la situación económica, están teniendo dificultades para centrarse y rendir con eficacia. Ha empezado a aparecer un problema de agotamiento académico y de pérdida de confianza en la capacidad de hacer bien su trabajo como estudiantes. En el horizonte está la preocupación por los resultados académicos de las próximas convocatorias e, incluso, el riesgo de abandono de los estudios.


sábado, 16 de mayo de 2020

ORGANIZACIÓN DOCENTE PARA LA DESESCALADA ACADÉMICA


El comienzo del próximo curso académico se ha convertido en un quebradero de cabeza, no solo por la incertidumbre que hay acerca de cómo va a evolucionar la pandemia en los próximos días, semanas y meses, sino por la complejidad que supone en este caso los cambios organizativos que será necesario aplicar en la enseñanza. Las medidas de distanciamiento social tropiezan con la dificultad del espacio disponible para desarrollar actividades presenciales y la división de grupos choca con el inconveniente del profesorado que se necesitaría para adoptar esta medida. En la enseñanza universitaria, por poner un ejemplo de una Facultad concreta, pasar de grupos de 80 estudiantes a grupos de 40 (aunque sigue siendo una cifra excesiva), supondría un incremento considerable: de 168 grupos a 336, imposible de asumir. Así que se sigue pensando en estrategias organizativas para resolver este importante problema. 
Lo que sí está claro es que, en el mejor de los casos, habrá que recurrir a una limitación considerable de la enseñanza presencial y habrá que reforzar mucho más la telepresencialidad. En algunas comunidades han empezado a lanzar propuestas para todos los niveles educativos. La Voz de Asturias publicaba estos días la noticia de que en esa comunidad se baraja la posibilidad de que la reanudación de la actividad lectiva en los centros educativos no universitarios al comienzo del próximo curso, será presencial, en todo lo que sea posible, combinándola con la docencia a través de internet, sin que se lleven a cabo de manera simultánea. Señalan específicamente que «No se trata de que el profesorado atienda simultáneamente al alumnado que esté en el aula y al que esté en casa». Se han inspirado al pensar en esta medida en el modelo austriaco, donde los estudiantes acuden al centro una semana de forma presencial y trabajan desde casa las dos siguientes. 
En el ámbito de la educación superior hay que prepararse también para la desescalada académica y habrá que pensar e hilar muy fino para ver cómo se organiza la vuelta. Desde un modelo de aprendizaje basado en el estudiante, será preciso reducir la presencialidad (no renunciar a una presencialidad controlada es fundamental en cualquier modelo de enseñanza), reforzar el trabajo de tutoría y seguimiento del proceso formativo y acompañar al estudiante en el proceso de trabajo autónomo. Todas esas tareas del profesorado tienen que ajustarse y caber en las horas de trabajo que corresponden a su rol y ejercicio profesional. Así que no es una semana de clase y dos semanas en las que trabajan los estudiantes. El profesorado debe estar en el trabajo presencial y en el no presencial, como guía, acompañante y supervisor del proceso de aprendizaje del alumnado.
                                                                  


jueves, 14 de mayo de 2020

VERSIÓN ONLINE DEL ENCUENTRO ANUAL DE LA RED RIPO DE ORIENTACIÓN


Afrontar los momentos complejos que estamos viendo es un reto y un objetivo de todas las personas que nos movemos y trabajamos en el campo de la Orientación Educativa y Profesional. Siempre, pero quizás más en estos momentos de incertidumbre y de adaptaciones, la intervención orientadora y tutorial es un recurso reconocido e indispensable para ayudar a cada uno a encontrar salida a sus intereses, situaciones y expectativas. Ayudar a situarse en la realidad, valorar-nos y proyectar con responsabilidad soluciones desde la iniciativa, la implicación y el compromiso.
Todas estas inquietudes por consolidar el campo de la Orientación, por la necesidad de poner en común cómo nos imaginamos la Orientación, lo que ha sido y lo que es, fue lo que propició que en el año 2009 un grupo de profesoras y profesoras universitarias que trabajábamos en el ámbito de la Orientación, decidiéramos crear la Red Interuniversitaria de profesorado de Orientación (RIPO). Cada año nos reunimos en una Universidad diferente y valoramos distintas cuestiones en relación a los ejes básicos sobre los que se asienta esta disciplina, con la intención de valorar y reflexionar, para proyectarnos en colaboración desde una visión compartida.
El trabajo que se ha desarrollado en todos estos años de andadura (11 años ya desde el primer encuentro en Barcelona), nos da una perspectiva real de la trayectoria individual y colectiva que se ha seguido, de las posibilidades reales, de los inconvenientes, de la identidad y las peculiaridades de esta Red y de los retos que nos planteamos de cara al futuro.
Este año el encuentro anual (RIPO XI) estaba previsto que se celebrara en Donosti, pero las circunstancias que ha traído consigo el COVID-19 no lo han permitido. Sin embargo, no por ello hemos dejado de encontrarnos, de otra manera, sin la proximidad y la afectividad que siempre rodean los encuentros de la Red RIPO, pero no por ello menos interesante y revitalizante. La compañera Rakel del Frago ha logrado contagiar el entusiasmo por acudir a esta cita virtual y esta mañana del día 14 de mayo, hemos estado virtualmente en comunicación. Nos hemos vuelto a unir, nos hemos vuelto a reconocer, nos hemos vuelto a emocionar y nos hemos vuelto a dar cuenta del papel tan importante que juega la Orientación Educativa y Profesional. La presentación de las líneas de trabajo para este encuentro, que sin duda se podrá celebrar en toda su extensión cuando sea posible, ha sido un adelanto de interesantes debates en torno a problemas y temas claves de la Orientación. El mensaje con el que nos debemos quedar es que la Orientación sigue despertando interés, porque tiene mucho que aportar en la mejora de los problemas sociales en general, que la Red RIPO sigue estando viva y que unidos vamos a seguir construyendo este camino.

martes, 12 de mayo de 2020

COLABORACIÓN: ¿CÓMO ENFRENTAR EL NUEVO ESCENARIO FORMATIVO?: REFLEXIONES DE UNA ALUMNA DE EDUCACIÓN (Berta Pisaca, ULL)


Uno de los protagonistas importantes de este proceso de adaptación de la enseñanza que estamos realizando en la Universidad es el alumnado. Son muchos los relatos de miles de alumnos y alumnas que en este tiempo han tenido que enfrentarse, cada uno desde su realidad, desde sus condiciones, desde sus posibilidades y limitaciones a este proceso de cambio. Así que nos hemos querido acercar al alumnado para conocer cómo  están viviendo este proceso, cómo afrontan las dificultades y qué soluciones proponen para encaminar este proceso de manera constructiva. Y contamos con la aportación de Berta Pisaca, una alumna de referencia en la Facultad de Educación, estudiante de último curso, presidenta de la Delegación del alumnado. Ella nos cuenta sus impresiones sobre este proceso de adaptación que estamos recorriendo todos y todas, en este caso, desde la perspectiva del alumnado.


He sido una de las muchas personas que han tenido que redirigir la enseñanza presencial a un aprendizaje más autónomo, más autodidacta y, por tanto, más firme y perseverante. Lo que durante la carrera se convirtió en una rutina que consistía en subir de Santa Cruz a la Laguna en hora punta y con prisas, pasó a un mirar de reojo el escritorio con pocas ganas, preparar un espacio para estar cómoda, respirar hondo y decir ¡Vamos!. No me había dado cuenta hasta ahora de tantas cosas que hacía de manera automatizada y sin pestañear, ya que era lo que tocaba en ese momento (la entrega de un trabajo, estudiar para un examen parcial, etc.). Ahora, al no existir una presencialidad, una enseñanza continuada, todo se ve reducido y, en muchos casos, lo más humano que tenemos de la enseñanza es una "voz en off" que te narra el contenido de las clases.
Por eso creo que ahora mismo, cada persona ha de marcar su propia estructura de trabajo, ha de marcarse unos horarios, un lugar de estudio que le resulte favorecedor y se sienta a gusto. Además, tiene que disponer de otro tipo de materiales o herramientas y poner de su parte. Es importante ser constante, porque ahora ha aumentado la carga de trabajo. Si cualquier alumno/a de la Facultad, no es capaz de gestionarse bien el tiempo y afrontar de manera asertiva esta situación, es complicado, muy difícil continuar con el trabajo que se hacía en una enseñanza presencial. Será muy costoso y complejo también llegar a establecer un vínculo con lo que cada uno espera de sí mismo, en un futuro no tan mediato. Me refiero a que, por ejemplo, un alumno/a de primero, independientemente del grado al que pertenezca, se ha tenido que enfrentar con materias y contenidos bien distintos a lo que había estudiado antes, un trato más distante quizás con el profesorado, unos plazos de entrega más prolongados en el tiempo y un seguimiento de su aprendizaje que ha de ser cuestionado por sí mismo. Si este alumnado no es constante en este tiempo y con estas situaciones, posiblemente se desmotive y comience la cuenta atrás para que piense que no es capaz de superar el curso académico o incluso, pueda decidir abandonar la Universidad "porque no es para él/ella".
A partir de ahora lo único que puedo decir es que hay que seguir reinventándose y buscar mayor número de soluciones, que nos hagan partícipe a toda la comunidad universitaria y no velar solo por los propios intereses. Saber que existen infinidad de herramientas para establecer una comunicación eficaz. Y que si alguien no había sentido interés por estas herramientas, esto no quiere decir que no resulten necesarias. Y en relación a esto resaltar que nos enfrentamos a un problema importante en este momento, el gran inconveniente de la “brecha digital”. Ahora es el momento en el que te das cuenta de que con lo que antes te apañabas en casa, ahora tienes limitaciones o en ocasiones ha ocurrido que ni si quiera por cuenta propia disponías de un ordenador o si así lo fuese, podrías no tener conexión a Internet, te percatas de que actualmente no todo el mundo dispone de los recursos tecnológicos y habilidades informáticas a pesar de tener un teléfono móvil.
Es cuestión de sumar y de restar y en esta situación nadie puede perder, ni ganar. Seas lo que seas, sé empático, se solidario, sé la mejor versión de ti misma". ¿Será posible?
Berta Susana Pisaca Tierra
Alumna del Grado de Pedagogía
Facultad de Educación, ULL


lunes, 11 de mayo de 2020

EL DESAPRENDIZAJE Y LA PREPARACIÓN DE LA VUELTA A LA OTRA NORMALIDAD


Leía estos días un informe, en el que se establecía un cierto paralelismo entre los efectos del tiempo de vacaciones académicas y la situación que se viene viviendo desde mitad de marzo,  cuando se implantó el confinamiento y las distintas medidas debido a la pandemia, que ha impedido la asistencia a clase. ¿Cómo afectan estos momentos de relativa paralización de la actividad académica en el aprendizaje, especialmente en los niveles básicos de la enseñanza no universitaria?. Las investigaciones señalan que el llamado “olvido veraniego”, que tiene lugar como consecuencia del tiempo en el que los estudiantes dejan de acudir a la escuela y se reduce sustancialmente la actividad académica (durante las vacaciones de verano, por lo general, se dedica poco tiempo al aprendizaje, al menos con la constancia, la continuidad y la intensidad que se lleva a cabo a lo largo del curso), tiene efectos significativos en el proceso de aprendizaje, que se dejan sentir de manera desigual en el alumnado. Las conclusiones a las que se llegan apuntan a que los estudiantes que pertenecen a niveles socioeconómicos bajos desaprenden durante los periodos de vacaciones. No estamos ni mucho menos manifestándonos en contra de los periodos vacacionales, sino tratando de valorar en qué medida el confinamiento puede afectar al ritmo de aprendizaje y las trayectorias formativos del alumnado. Lo cierto es que llevamos casi dos meses sin clase, que los maestros y maestras están haciendo todo lo que pueden y que las situaciones socioeconómicas de muchas familias han empeorado. Todo esto habrá que tenerlo en cuenta y el próximo curso será un periodo en el que habrá que hacer muchas adaptaciones, para paliar todos estos efectos negativos del confinamiento y de las diferencias sociales.

domingo, 10 de mayo de 2020

APRENDIZAJE REFLEXIVO Y TRAYECTORIAS FORMATIVAS DEL ALUMNADO: EL BLOG COMO RECURSO


Este período de ruptura, de cambio, de reconstrucción de muchas cosas en la vida y dinámica de la Universidad, ha puesto también sobre la mesa el cuestionamiento sobre cómo hacer de la enseñanza un proceso eficaz. Han empezado a saltar algunas alarmas desde el momento en que se ha empezado a reconocer que, el fin de la enseñanza, no es la reproducción del conocimiento. El escenario actual que se vive en la Educación ya no permite que la evaluación se monte en base a que los estudiantes reproduzcan lo que el profesor ha expuesto en la clase o lo que dijo un autor en un determinado manual sobre un concepto o teoría. Ahora la cosa se ha puesto seria. Porque muchas prácticas basadas en la transmisión de contenidos no admiten o no son compatibles con un aprendizaje eficaz. Así que este tiempo ha servido, entre otras muchas cosas, para demostrar la ineficacia de determinados enfoques de la enseñanza, que no contemplan fórmulas para que sea el estudiante quien investigue, quien se cuestione, quien analice, quien profundice, quien construya conocimiento; en definitiva, quien reflexione sobre qué aprende, cómo lo aprende y para qué lo puede utilizar. En este contexto y con la aplicación de metodologías activas basadas en el aprendizaje del estudiante, el aprendizaje reflexivo se ha convertido en un objetivo clave y primordial. Frente al aprendizaje mecánico, memorístico, frío y descontextualizado, hay que apostar por estrategias que conduzcan al estudiante a implicarse en su aprendizaje, para que fluya, se consolide y permanezca. Estamos ensayando pruebas para la evaluación y nos decantamos básicamente por supuestos prácticos, a partir de los cuales los estudiantes tendrán que emplear los conocimientos adquiridos para resolver distintas situaciones. Esta manera de aprender y responder solo es posible si es el estudiante participa en la elaboración y construcción de su aprendizaje. El aprendizaje reflexivo es una estrategia útil para reforzar el aprendizaje experiencial. La reflexión sobre el proceso de aprendizaje consolida lo aprendido y genera nuevos retos, nuevas conexiones que conducen a otros aprendizajes, que fomentan el interés y crean toda una red de aprendizajes significativos. La pregunta es, ¿cómo plasmamos y reflejamos este proceso de aprendizaje reflexivo?. Ya que estamos precisamente en un blog académico, este puede ser un recurso válido para que se convierta en un diario o cuaderno de aprendizaje del alumnado, donde refleja sus ideas, valoraciones, reflexiones, inquietudes, evidencias, etc. relacionados con su proceso de enseñanza-aprendizaje. Y puede ser un recurso de interés para recoger, de manera ordenada, las trayectorias académico-profesionales de los estudiantes.

viernes, 8 de mayo de 2020

COLABORACIÓN: REFLEXIONES SOBRE CÓMO REVERTIR LA SITUACIÓN ACTUAL EN LA UNIVERSIDAD (Miguel Sola, UMA)


Miguel Sola es otra persona que cuando la escuchas te atrapa rápidamente con su discurso crítico, valiente, profundo, provocador, cargado de ideas, de propuestas y alimentado desde la experiencia y la reflexión. Le conocí en una Jornadas de Innovación Educativa y desde entonces le sigo. Un experto en enseñanza universitaria, que ha profundizado en temas tan relevantes como la evaluación como aprendizaje, las TIC en Educación o las creencias del profesorado y que incluso se ha atrevido a plantear la necesidad de reinventar la profesión docente. En este caso nos aporta sus reflexiones sobre cómo situarnos, desde lo personal y lo colectivo, en esta etapa tan compleja de la enseñanza universitaria.


El papel de la Universidad sigue siendo el de siempre: ejercer el liderazgo cultural y político contribuyendo al desarrollo social. Las funciones docente e investigadora del profesorado universitario deberían ser instrumentos precisos dirigidos a aquellos fines, no fines en sí mismos como vienen siendo, renunciando de hecho en favor del mercado a reclamar para la Universidad el espacio que le corresponde como ágora de la ciencia y de la tecnología, de las artes, del pensamiento crítico, de la formación profesional y humanista, motor del conocimiento, del bienestar, del progreso, de la justicia social, de la democracia, de la libertad. No parece que las políticas ni las prácticas universitarias apunten a esos altos designios, doblegadas más bien a la lógica económica ampliamente aceptada como discurso hegemónico y sometidas por su brazo armado, la burocracia.
Apuntar tan alto es casi siempre la mejor manera de errar el disparo; no es mi intención. Tratar de revertir la lamentable situación actual permite plantearse actuaciones individuales y colectivas. Entre las primeras creo que es necesario un ejercicio profundo de reflexión para ser capaces de poner en claro qué puede aportar mi conocimiento, mi área, mi asignatura, al ideal de Universidad que persigo, y de qué mejor modo podría empezar a hacerlo mañana mismo. Cuestionar mis convicciones y mis prácticas puede ser una buena manera de empezar a dar un sentido diferente a mi trabajo y un estímulo para innovar, que no es la meta, sino el camino.
Las actuaciones colectivas, imprescindibles, son más difíciles de articular, entre otras cosas debido al secular individualismo y aislamiento en la profesión, y las dejaré para otro día. Pero pueden definirse con mucha claridad: se llaman activismo, lucha.

Miguel Sola Fernández, profesor titular del Departamento de 
Didáctica-Organización Escolar de la Universidad de Málaga

LA MATRICULA DEL PRÓXIMO CURSO Y LAS CONSECUENCIAS DE LA PANDEMIA: LO QUE ESTÁ POR VENIR


No se nos escapa que la situación está verdaderamente mal y que se están viendo ya las consecuencias. En la Facultad de Educación constituimos hoy una Comisión de desescalada, para adoptar medidas para este curso y preparar el siguiente. Pero ahí no termina el problema, ya no se trata de cómo adecuar los espacios para garantizar el distanciamiento social obligatorio o cuantas veces hay que limpiar las aulas o dónde colocar los dispensadores de desinfección de manos. El verdadero y grave problema es la brecha que se está abriendo en la sociedad, que está acentuando las diferencias entre unos y otros. Derechos fundamentales se están viendo afectados y algunas familias están teniendo dificultades graves hasta para poder comer.
El ministro de universidades pedía ayer a las Comunidades que hicieran una rebaja de las tasas universitarias pero, ¿es esa la solución?, ¿se podrán matricular para el curso siguiente todos los jóvenes universitarios? Un estudiante gallego o canario abona de media 720 euros por curso —las tasas más baratas— frente a los 1.980 de Cataluña o los 1.440 de Madrid, las más caras. Pero el ministro no concretó con qué fondos extra contarían estas comunidades para rebajar los precios.
La previsión es clara: habrá miles de estudiantes que no se matricularán y que abandonarán los estudios superiores que estaban cursando. Ya se están manejando algunos indicadores: cerca de catorce mil estudiantes no han abonado la última parte de la matrícula fraccionada de este curso. El panorama en todos sitios es desolador. Fuentes del ministerio calculan que bajar las tasas de grado en primera matrícula costaría 100 millones de euros, pero el margen de maniobra de las Comunidades es muy escaso. La CEOE presentaba ayer la previsión de que el PIB descenderá en Canarias hasta un 25% en 2020, que hasta el 2022 no se volverá a la normalidad macroeconómica y que el paro llegará hasta un 39% de la población. ¿Entonces?

lunes, 4 de mayo de 2020

COLABORACIÓN: EVALUACIÓN EN TIEMPOS DE COVID19 (Elena Cano, UB)

Sin duda, uno de los temas que en este tiempo de pandemia está en el candelero en la educación superior es el de la evaluación. Qué hacer, cómo hacer, desde qué enfoque, con qué finalidad, con qué recursos, cómo evitar los riesgos… muchos interrogantes que ahora nos planteamos los docentes, de manera individual y colectiva, y que están generando bastantes incertidumbres. Por esto le he pedido a Elena que nos aporte su punto de vista y su experiencia. Yo cuando pienso en Evaluación casi de manera automática me viene a la cabeza Elena Cano, que es profesora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona y cuyas líneas de investigación están centradas principalmente en el ámbito de la evaluación y las competencias. La conocí en un curso que organizaron unos compañeros de la Facultad y desde esa época la sigo, porque su discurso y su planteamiento de la evaluación me resultan siempre buenas prácticas de referencia.

La situación de pandemia mundial ha causado el cierre de las instituciones de educación superior. Éstas han tenido que replantear sus propuestas docentes para intentar que los y las estudiantes finalicen sus cursos con las menores incidencias posibles, asegurando el logro de los principales resultados de aprendizaje establecidos en las guías docentes. En este momento, al parecer, gran parte del profesorado está preocupado por la calificación. Son frecuentes las consultas acerca de los sistemas de e-proctoring y se demanda a las universidades que habiliten sistemas para asegurar la autoría de los trabajos y de las pruebas de evaluación, estableciendo tiempos muy ajustados, grabaciones audiovisuales de los estudiantes mientras ejecutan una prueba, sistemas de bloqueo de la pantalla del ordenador en el momento en que se está realizado una prueba para no poder acceder a los navegadores, etc. Algunas de estas ideas acerca de la seguridad fueron expuestas en el webinar de la Universidad de Barcelona:


Sin embargo, quizás la dificultad que enfrentamos sea la oportunidad de revisar la evaluación de nuestras asignaturas, especialmente en dos sentidos:

1) En primer lugar, tener que diseñar pruebas que los y las estudiantes puedan realizar con el apoyo de material y otros recursos a su alcance nos conduce al diseño de tareas de evaluación auténticas, complejas, situadas, donde lo relevante es aplicar el conocimiento para resolver situaciones, tomar decisiones, dar respuestas contextualizadas, etc.

2) En segundo lugar, intentar tutorizar o acompañar a los estudiantes para que no se sientan aislados y puedan mantenerse motivados y activos en las diversas asignaturas, lleva a pensar en sistemas sostenibles de feedback, que son los que confieren a la evaluación un verdadero sentido formativo. Algunas de estas prácticas pueden consultarse en:


Elena Cano García, Investigadora principal del LMI.
Facultad de Educación, Universidad de Barcelona.

sábado, 2 de mayo de 2020

TIEMPO DE ADAPTACIONES, READAPTACIONES Y OTRAS COPLAS


Si me centro en el retrovisor y analizo mi vida de docente en estos últimos cuarenta días, me fijo en la botella medio llena y digo, ha merecido la pena, porque las limitaciones nos abren nuevas posibilidades. Llego a esa conclusión porque al tiempo que he seguido lo que tenía empezado, he introducido algunas innovaciones y cambios, por la necesidad de adaptarme a la enseñanza no presencial. Esto me ha obligado a estudiar, a hacer tutoriales a mi manera, para aprender a usar nuevos recursos, nuevas metodologías, con el fin de readaptar parte de los programas de las asignaturas. Todo esto ha supuesto muchas más horas de trabajo, muchas más horas sentadas delante del ordenador, pero sin duda todo esto ha sido bueno para ser mejor docente. Y no es que yo comparta eso de que “esta es una buena oportunidad para demostrar no sé qué, a no se quién”; en cualquier caso, ha sido una buena oportunidad para que la Universidad en general y el profesorado en particular, saliera de su zona de confort y se enfrentara a los imprevistos y a los retos de una adaptación y renovación metodológica en tiempo récord. No ha sido nada fácil para el profesorado, porque en algunos casos, la presencialidad estaba tan arraigada que algunos ni tan siquiera habían utilizado el aula virtual. Las opiniones y valoraciones han sido de todos los gustos. Pero cuando pienso en todo esto, también me acuerdo del alumnado, que también ha vivido con mucha inquietud, estrés, incertidumbre y preocupación este proceso. Ellos también han tenido que vivir un proceso de readaptación importante de hoy para mañana. De repente todo del revés, la agenda saturada de tareas, vídeos que escuchar, clases casi presenciales pero a través del filtro de la pantalla, las dificultades para los trabajos grupales que estaban a medio terminar… Caos. 

Me recordó a la situación inicial del curso. Este año en una actividad para una asignatura de máster sobre “toma de decisiones” les pedí a los estudiantes que me narraran cómo habían sido sus primeros días en la universidad. Y me decía una alumna “con respecto a lo académico, la primera semana fue la más caótica de todas, sin duda. Papeles y más papeles, y trámites y más trámites. La semana continuaba con presentaciones, más de 100 alumnos por clase, muchas caras nuevas, profesores diferentes y muchos libros. Recuerdo el primer día de clase, la universidad llena de chicos igual de perdidos que yo, un corre corre constante buscando aulas. Luego me tenía que enfrentar a lo que eran las asignaturas. Metodologías completamente diferentes a las que estaba acostumbrada y profesores que acababan la asignatura y ni siquiera sabía mi nombre…” 

Procesos similares, en circunstancias distintas, pero que no dejan de destacar la necesidad de aprender a adaptarnos a los cambios, para poder seguir adelante sin desviarnos.

viernes, 1 de mayo de 2020

COLABORACIÓN: ¿CUÁL DEBERÍA SER LA PREOCUPACIÓN COMO DOCENTES EN ESTE TIEMPO DE CONFINAMIENTO? (Rodrígo Trujillo, ULL)


Y en relación a este hilo sobre el riesgo del abandono en tiempos de confinamiento y la tarea del profesorado universitario, tenemos en esta ocasión la suerte de contar con la aportación de Rodrigo Trujillo, un amigo, un matemático, un antiguo Vicerrector de Investigación, pero por encima de todo un gran docente, con una perspectiva de la educación superior, que a mí no solo me interesa, sino que me contagia y me ilustra casi a diario.

¿Qué nos preocupa cuando enseñamos? ¿Qué riesgos generan en nuestro alumnado nuestro proceso de enseñanza-aprendizaje? Tanto si nos hemos planteado estas cuestiones, como si no, antes de la crisis del COVID19, debemos aprovechar el nuevo escenario docente para abordarlas y ajustar nuestras respuestas.

Hasta ahora, la preocupación por la asimilación de los contenidos ha sido principalmente el eje de nuestro proceso de enseñanza (¡hago trampas, no digo también de aprendizaje!). Para muchos, el único riesgo era que no lo consiguiesen, y lo imperdonable es que se nos colasen “sin saber lo mínimo”.
Y en tiempos de confinamiento, ¿tenemos las mismas preocupaciones? Tristemente tal vez las mismas. No obstante, y es lo que nos ocupa en este artículo, creemos que han aparecido más riesgos que antes para un colectivo: el alumnado, y especialmente el de primer curso.
Lo han confinado en sus casas, aislados, sometidos a un sistema nuevo, doblemente para el de primero, donde el flujo tiene en una dirección un volumen de miles de gigas de datos (lo que reciben del profesorado) y, desde ellos, más parecido al transmitido con dos vasos de yogourt unidos con una cuerda.
Mi principal preocupación, ahora, no es que no adquieran los contenidos, sino que no puedan llegar ni a creerse que los puedan asimilar, no consigan abrir los pdf o vídeos que le mandamos por convertirse en una tarea tan solitaria y aislante que los apabulle.
Ya no tienen esos dos segundos compartidos de resoplido por una clase difícil de seguir (o tediosa, que es más triste), ahora es un lamento mucho más solitario, que temo que lo pueden llevar más fácilmente al abandono y la decepción, más rápido que cuando están sentados en la clase, donde, posiblemente por el sentimiento gregario, resisten allí todo el resto del curso (forma clásica de prevenir el abandono: ¡tú aguanta que al final siempre hay opciones!).
Y lo que posiblemente me duela más, es tal el nivel de aturdimiento que tenemos todavía, que no estemos actuando con la suficiente rapidez que evite hacer sentir a estos alumnos (aislados) que no los estamos atendiendo correctamente, incluso que los hemos abandonado (tardando por ejemplo tres semanas en mandar el primer mensaje de contacto con instrucciones sobre qué va a pasar con la asignatura, las tareas, la evaluación continua,…).
¿Se sienten ustedes abandonados por las autoridades competentes (sean las que sean, sin color político)? Pues reflexionemos cómo pueden sentirse nuestros alumnos...

Rodrigo Trujillo González (ULL). Profesor Titular Departamento 
de Análisis Matemático. Facultad de Ciencias. Universidad de La Laguna.

LOS RIESGOS DE LA PANDEMIA Y EL PELIGRO DE LA DESVINCULACIÓN ACADÉMICA


Estamos viviendo tiempos complicados y el relato del día a día se teje de muchas realidades, testimonios, incertidumbres, expectativas, experimentos y bastantes situaciones personales y familiares que se han convertido en tragedia. Parece irreal que nos hayamos casi acostumbrado a escuchar que cada día siguen falleciendo muchas personas y detrás de cada una de ellas, hay una fractura, una enorme herida en la parte que más duele de cada familia. 

Todo esto que estamos viviendo, no deja insensible a nadie y los efectos se están notando en todos los planos de la sociedad. En lo económico, en lo social, en lo personal y también en lo académico. Cuando me dice una alumna estos días, que la ansiedad se ha apoderado de ella en este mes de abril, que lo está pasando mal, que se siente frustrada y con falta de motivación para estudiar por la situación familiar y económica, no puedo dejar de preocuparme y me invade una cierta sensación de impotencia. 

Y es que estamos en un tiempo en el que el riesgo de la desvinculación de los estudios es grande, por muchos y diversos motivos. Ya lo hemos reflejado en las investigaciones, no es una sola variable, ni tan siquiera un conjunto de ellas las que se asocian para provocar el abandono. Especialmente la situación más preocupante es el alumnado de primer curso, que todavía está asimilando el cambio de escenario de aprendizaje, que está aún entrenándose sobre esta manera de trabajar en la universidad, un alumno que pese a los esfuerzos que se están haciendo con los recursos tecnológicos ha perdido la cercanía del profesorado, la relación diaria con los compañeros en el aula, el refuerzo directo e indirecto que supone la clase, la posibilidad que se ha roto ahora en muchos casos de preguntar sobre la marcha algo que no se entiende, la imposibilidad de acercarse al despacho y hablar cara a a cara con el profesor/a tutor, la realidad de tener que enfrentarse a paquetes de contenido enlatados y áridos desde la soledad. En este momento, navegamos en medio de una tormenta y tenemos que encontrar la manera de llegar todos y todas a puerto. Ese es un gran reto!!!