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lunes, 25 de mayo de 2020

COLABORACIÓN: LAS COMPETENCIAS EMOCIONALES: FACTOR PROTECTOR ANTE LOS CAMBIOS EN LA FORMACIÓN UNIVERSITARIA (Núria Pérez Escoda, UB)


Nuria es una persona a la que aprecio mucho y con la que he compartido muchos momentos en el trabajo que venimos haciendo en la Red Interuniversitaria de Profesorado de Orientación (RIPO). Es profesora titular en la Universidad de Barcelona y su especialidad es el campo de la Educación Emocional y el desarrollo de competencias emocionales, donde se ha convertido en un importante referente. La situación que vivimos actualmente en la enseñanza universitaria pone en primer plano la importancia de saber manejar situaciones complejas. Por este motivo le he pedido a Nuria que nos aporte algunas de sus ideas, para afrontar los cambios que se vienen sucediendo en este tiempo y poder mejorar nuestra salud emocional.

En una de las anteriores entradas al blog se señalaba el agotamiento académico y emocional como efecto colateral de la pandemia. Efectivamente, el cambio brusco a la no presencialidad en la recta final del curso ha requerido una rápida adaptación (tanto del estudiantado como del profesorado) con una alta exigencia emocional. En esta situación, la capacidad de comprender y gestionar lo que nos ocurre, emerge como un factor protector que permite paliar males mayores. Darse cuenta de que cada uno puede mejorar su vivencia de forma voluntaria es una gran ayuda. No cambiará las circunstancias, pero si la forma en que las viva y consecuentemente las decisiones que pueda tomar a partir de ello. Es recomendable tomarse un tiempo para reflexionar y explorar que emociones nos embargan: miedo, rabia, tristeza, angustia, impotencia, ansiedad, etc. Es comprensible que cada uno sienta emociones diferentes ante la misma situación. Lo importante es acoger lo que se siente como algo natural y humano, es la propia reacción emocional. Comprenderla permite su gestión. Para ello, la conducta que se derive de lo que se siente no puede ser improvisada, irreflexiva o irracional o muy probablemente se complicará la situación. Preguntarse ¿cómo me quiero sentir? puede ser una buena estrategia para orientar las acciones futuras. Seguidamente se puede pensar en aquello que puedo hacer para sentirme como deseo. Dicho así parece fácil, pero en lo cotidiano hace falta mucha constancia y voluntad, es necesario perseverar en el logro de los objetivos, a pesar de las dificultades, y ser capaces de diferir recompensas inmediatas en favor de otras más a largo plazo. Se trata de cambiar la perspectiva de la situación desde una óptica negativa y victimista a otra positiva y de progreso, se trata de darse la oportunidad de descubrir las propias fortalezas, de cuidarse y cuidar a los demás, de adoptar una actitud positiva ante la vida; de proporcionarse objetivos esperanzadores, de valorar y tomar nota de los gestos de solidaridad, generosidad y gratitud que han emergido en nuestra sociedad ante la pandemia. En los momentos de agotamiento y pedida de confianza conviene ser activos y compensarse emocionalmente, darse permiso para tener momentos para disfrutar y sentirse bien como, por ejemplo: practicar la relajación, visualizaciones positivas, el ejercicio físico, ejercitar el pensamiento positivo, escuchar música, etc. Nuestra adaptación al cambio ha sido dura y repentina, pero el ser humano tiene recursos más que suficientes para salir adelante fortalecido con nuevos aprendizajes. Todos estamos aprendiendo mucho en esta situación.

Núria Pérez Escoda, Departamento de Métodos de Investigación
 y Diagnóstico en Educación, Universidad de Barcelona.

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