Nuria es una persona a la que
aprecio mucho y con la que he compartido muchos momentos en el trabajo que
venimos haciendo en la Red Interuniversitaria de Profesorado de Orientación
(RIPO). Es profesora titular en la Universidad de Barcelona y su especialidad
es el campo de la Educación Emocional y el desarrollo de competencias
emocionales, donde se ha convertido en un importante referente. La situación
que vivimos actualmente en la enseñanza universitaria pone en primer plano la
importancia de saber manejar situaciones complejas. Por este motivo le he
pedido a Nuria que nos aporte algunas de sus ideas, para afrontar los cambios
que se vienen sucediendo en este tiempo y poder mejorar nuestra salud emocional.
En una de las anteriores entradas
al blog se señalaba el agotamiento académico y emocional como efecto colateral
de la pandemia. Efectivamente, el cambio brusco a la no presencialidad en la
recta final del curso ha requerido una rápida adaptación (tanto del
estudiantado como del profesorado) con una alta exigencia emocional. En esta
situación, la capacidad de comprender y gestionar lo que nos ocurre, emerge
como un factor protector que permite paliar males mayores. Darse cuenta de que
cada uno puede mejorar su vivencia de forma voluntaria es una gran ayuda. No
cambiará las circunstancias, pero si la forma en que las viva y
consecuentemente las decisiones que pueda tomar a partir de ello. Es
recomendable tomarse un tiempo para reflexionar y explorar que emociones nos
embargan: miedo, rabia, tristeza, angustia, impotencia, ansiedad, etc. Es
comprensible que cada uno sienta emociones diferentes ante la misma situación.
Lo importante es acoger lo que se siente como algo natural y humano, es la
propia reacción emocional. Comprenderla permite su gestión. Para ello, la
conducta que se derive de lo que se siente no puede ser improvisada,
irreflexiva o irracional o muy probablemente se complicará la situación.
Preguntarse ¿cómo me quiero sentir? puede ser una buena estrategia para orientar
las acciones futuras. Seguidamente se puede pensar en aquello que puedo hacer
para sentirme como deseo. Dicho así parece fácil, pero en lo cotidiano hace
falta mucha constancia y voluntad, es necesario perseverar en el logro de los
objetivos, a pesar de las dificultades, y ser capaces de diferir recompensas
inmediatas en favor de otras más a largo plazo. Se trata de cambiar la
perspectiva de la situación desde una óptica negativa y victimista a otra
positiva y de progreso, se trata de darse la oportunidad de descubrir las
propias fortalezas, de cuidarse y cuidar a los demás, de adoptar una actitud
positiva ante la vida; de proporcionarse objetivos esperanzadores, de valorar y
tomar nota de los gestos de solidaridad, generosidad y gratitud que han emergido
en nuestra sociedad ante la pandemia. En los momentos de agotamiento y pedida
de confianza conviene ser activos y compensarse emocionalmente, darse permiso
para tener momentos para disfrutar y sentirse bien como, por ejemplo: practicar
la relajación, visualizaciones positivas, el ejercicio físico, ejercitar el
pensamiento positivo, escuchar música, etc. Nuestra adaptación al cambio ha
sido dura y repentina, pero el ser humano tiene recursos más que suficientes
para salir adelante fortalecido con nuevos aprendizajes. Todos estamos
aprendiendo mucho en esta situación.
Núria Pérez Escoda, Departamento de Métodos de Investigación
y Diagnóstico en Educación, Universidad de Barcelona.
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